jueves, 24 de octubre de 2013

El robo al tesoro robado de los NAZIS


SIGUIENDO LA FRASE DE "LADRÓN QUE ROBA AL LADRÓN ,EL ROBO DE LAS POTENCIAS A LA BÓVEDA DORADA DONDE LOS NAZIS GUARDABAN OBRAS DE ARTE Y RELIQUIAS ESPIRITUALES DESAPARECIDAS Y APARECIDAS ALGUNAS POCAS EN EL PUEBLO DONDE VIVE GEORGE BUSH...

Tesoros perdidos de los nazis

Cuando cayó Alemania, sus líderes fascistas trataron de ocultar 7.5 mil millones de dólares en oro e invaluables obras de arte robadas. Nunca se recuperó la mayor parte del botín, aunque, sorprendentemente, una parte fue hallada en 1990, en un pequeño pueblo de Texas.
Al final de lo guerra, el Reichstag, o parlamento alemán, era una masa en ruinas en medio del Berlín devastado. 
 

"!Bombas en camino! !Compuertas cerradas! !Vayámonos de aquí ", gritó el joven piloto de un bombardero de EUA e1 3 de febrero de 1945, cuando 950 aviones soltaron 2.265 toneladas de explosivos sobre Berlín, capital de la Alemania nazi. Este bombardeo, el mayor de la Segunda Guerra Mundial, cobró 2.000 víctimas, dejó a 120.000 sin hogar y destruyó distritos completos. Los edificios de gobierno, incluyendo el cuartel general de Hitler, fueron derribados o severamente dañados. En ese sábado, día de labores, 5.000 empleados del principal banco nazi, el monumental Reichsbank, se refugiaban en el sótano mientras 21 rondas de cargas explosivas demolían el edificio. Al terminar el bombardeo, sobrevivieron los empleados del Reichsbank y su mundialmente famoso presidente, el Dr. Walther Funk, pero la devastación del núcleo financiero de la nación guerrera desencadenó una extraña serie de eventos que produciría uno de los más intrigantes misterios históricos sin resolver. Era de suponer que el tesoro alemán sería guardado durante el avance de los Aliados. Pero la realidad es que codiciosos oficiales trataron de tomarlo para ellos, ocultando dinero y lingotes tan minuciosamente, que nunca fue hallado. Las bóvedas del Reichsbank contenían la mayor parte de las reservas de oro de la Alemania nazi, estimadas en 7.5 mil millones de dólares actuales y 1.5 mil millones en oro italiano.

Un escondrijo de millones

Al Dr. Funk le bastó con ver las llamas y escombros. Decidió enviar a sus funcionarios a otros pueblos para administrar desde ahí el Reichsbank y ordenó ocultar oro y reservas monetarias en una mina de potasio 300 km al suroeste de Berlín. La aislada mina Kaiseroda, a 50 km del poblado más cercano, ofrecía un escondite a 800 m de profundidad. Sus 50 km de túneles contaban con cinco entradas. La transferencia secreta de las reservas nazis, unas 100 toneladas de oro y 1.000 bolsas de marcos en billetes, requirió de 13 vagones de tren. Pero, siete semanas después, la 3a. Armada de EUA, bajo el mando del general George S. Patton, avanzó hacia el área. Increíblemente, las Pascuas impidieron movilizar trenes para rescatar el oro, pero representantes del Reichsbank pudieron sacar 450 bolsas de billetes. Las tropas de EUA llegaron el 4 de abril. Dos días después, unos policías militares hallaron en un camino a dos mujeres francesas y, siguiendo la orden de restringir el movimiento de civiles, las llevaron al Pueblo Merkers. Cuando pasaron por Kaiseroda, una de las mujeres dijo: "Esa es la mina donde ocultan los lingotes de oro." El 7 de abril, oficiales de EUA entraron a un elevador, descendieron 700 metros a una cueva excavada en roca salina y encontraron mil millones de marcos en las 550 bolsas restantes. Luego de dinamitar la puerta de acero del cuarto 8, descubrieron unas 7.000 bolsas numeradas en un recinto de 50 metros de largo, 25 de ancho y 4 de alto. El tesoro incluía 8.527 lingotes de oro, monedas de oro francesas, suizas y de EUA, y más billetes. Placas de oro y plata, aplanadas para facilitar su almacenaje, estaban guardadas en cajas y cofres. Había maletas con diamantes, perlas y otras piedras preciosas robadas a las víctimas de los campos de concentración, junto con sacos de coronas dentales de oro. Había pequeñas sumas de dinero de Inglaterra, Noruega, Turquía, España y Portugal. En su conjunto, la reserva secreta era uno de los depósitos más ricos del mundo de ese entonces: representaba un asombroso 93.17% de todas las reservas de Alemania cuando la guerra se acercaba a su fin. Pero eso no era todo. En la madeja de túneles excavados en la roca suave, los investigadores encontraron 400 toneladas de arte, incluyendo pinturas de 15 museos alemanes e importantes libros de la colección Goethe de Weimar. Bajo estricta vigilancia, los tesoros de la mina se guardaron en 11.750 cajas y se cargaron en 32 camiones de 10 toneladas para transportarlos a la sucursal del Reichsbank en Frankfurt, donde se almacenaron en sus bóvedas. A pesar de los rumores de que uno de los camiones desapareció en el trayecto, no se perdió oro ni obras de arte. 
 

Desaparece un tesoro

Según Joseph Goebbels, jefe de propaganda nazi, el "criminal abandono del deber" de Funk tenía la culpa de poner el tesoro de la nación en manos de los Aliados, pero el führer aprobó un intento de evacuar las reservas restantes. El autor del plan era un coronel de la policía Ilamado Friedrich Josef Rauch, encargado de la seguridad personal de Hitler. Siguiendo el ejemplo de la Gestapo, que ocultaba sus reservas de oro, joyas, arte y billetes en minas, lagos y otros escondites en las montañas de Baviera y Austria, el coronel Rauch sugirió que el 6.83% de las reservas oficiales de oro que aún estaban en el Reichsbank fueran enviadas a Baviera. Se piensa que este 6.83%, en monedas y lingotes de oro, valdría actualmente unos 150 millones de dólares. En los meses siguientes, el bombardeo aliado paralizó las comunicaciones y las intrigas personales crearon un enredado ambiente que nunca se explicó satisfactoriamente. Los billetes fueron cargados en dos trenes, y un convoy de camiones transportó los lingotes y monedas. Debido al caos imperante, los trenes tardaron dos semanas en hacer el viaje de 800 km hasta Munich. En el camino, el colega del Dr. Funk, Hans Alfred von Rosenberg-Lipinski, pasó las bolsas de billetes al convoy de camiones. Finalmente, el convoy transportó el dinero, el oro en monedas y lingotes, y las divisas extranjeras a una aldea en los Alpes bávaros, en tanto los trenes llegaban a Munich. Mientras, Rosenberg-Lipinski retuvo, "por ciertas razones", una bolsa de divisas extranjeras y cinco cajas pequeñas. No se sabe qué fue de ellas, pero puede suponerse que, en víspera del colapso de la Alemania nazi, el funcionario se preparaba para un futuro cómodo. Otros siguieron su ejemplo. Los camiones recorrieron las boscosas montañas Karwendel hasta una base de infantería. Mientras los oficiales discutían acerca de dónde esconder el menguante tesoro de la nación, parece que Emil Januszewski, funcionario del Reichsbank, tomó dos barras de oro (con valor de medio millón de dólares actuales). Alguien que intentaba prender la estufa en el cuartel de la escuela de oficiales las encontró tapando la chimenea y Januszewski, respetado y de edad avanzada, se suicidó. Para cuando se descubrió esto, el resto del oro ya estaba enterrado herméticamente cerca de un chalet alpino llamado Casa del Bosque. Los billetes se dividieron en tres partes y se enterraron en tres cimas distintas. Las dos barras de oro recuperadas y muchas divisas quedaron a cargo de un tal Karl Jacob, funcionario local: también desaparecieron. Otros nazis de rangos menores involucrados en ocultar el tesoro, incluyendo distinguidos militares, también sucumbieron a la tentación. Poco después, el Dr. Funk y otros altos oficiales nazis estaban bajo custodia de los Aliados, pero ninguno confesó el escondite de las reservas de oro. Por fin, el ejército de EUA recuperó unos 14 millones de dólares en oro y otros 41 millones de otras dependencias del gobierno, pero nunca se halló el tesoro de la Casa del Bosque. Los investigadores de EUA trataron de resolver el misterio durante cuatro años, para finalmente reportar que unos 3.5 millones de dólares (46.5 millones actuales) en oro y 2 millones (12 millones actuales) en billetes, se habían esfumado.

El saqueo de los vencedores

No sólo los alemanes aprovecharon las oportunidades brindadas por la dispersión de oro, dinero y arte. El general Patton, que fue muy escrupuloso con el asunto del tesoro nazi, y que afirmaba: "No quiero que se diga que ese desgraciado de Patton robó algo", se horrorizó ante la agilidad de manos de muchos soldados estadunidenses. Se sabe de unos 300 casos de valiosas obras de arte que llegaron ilegalmente a los EUA. Los culpables fueron enjuiciados por hurtar propiedad robada y fueron encarcelados o fueron degradados de forma hurnillante. Luego, en 1990, el mundo se conmovió al saber que tesoros artísticos alemanes, incluyendo algunas importantísimas e invaluables obras de arte medieval, estaban en venta: las ofrecían los herederos de un desconocido veterano que vivía en una pequeña granja en Texas. También se conoce el caso de Joe T. Meader, un almacenero y floricultor aficionado que hasta su muerte, en 1980, mantuvo en su poder, envuelto en una frazada, un invaluable manuscrito del siglo IX de los cuatro evangelios. Lo mostraba con frecuencia a sus amigos y parientes en su casa de Whitewright, 100 km al norte de Dallas. Encuadernado en oro y plata, el manuscrito de 1.100 años provenía de una iglesia alemana. Fue vendido en Suiza, en tres millones de dólares, por concepto de "honorarios por hallazgo". Otros lo consideraron "rescate" 
 

Whitewright, Texas, fue el sorpresivo depósito de posguerra de los tesoros de una iglesia alemana, incluyendo un invaluable manuscrito ilustrado de los evangelios 
 

"Es un tesoro nacional", comentó el secretario general de la Fundación Cultural de los Estados de Alemania. Con un valor estimado en 30 millones de dólares, el manuscrito es 600 años más antiguo que la biblia de Gutenberg. Fue escrito en oro para la corte imperial y donado a un claustro a fines del siglo X, tal vez por el emperador Otto III y su hermana Adelaida, abadesa del convento. Pero la colección de Meader también incluía un manuscrito de 1.513 con ornatos de oro y plata y un relicario decorado con oro, plata y gemas. Otros relicarios tenían forma de corazón o de plato, pero el más valioso era un frasco de cristal de roca con la forma de la cabeza de un obispo, que se pensaba contenía un rizo de la virgen María. También había crucifijos de oro y plata, un peine del siglo XII de Enrique I y otros objetos de gran significado histórico y religioso. Estos tesoros fueron tomados originalmente de la iglesia de Quedlinburg y se ocultaron en una mina durante el avance de las fuerzas aliadas, a fines de la Segunda Guerra Mundial. En abril de 1945, según los registros del ejército de EUA, los oficiales que inventariaron el tesoro reportaron: "Todas las piezas intactas y presentes." Pero unos días después se descubrió que varios objetos artísticos habían desaparecido. Se inició una investigación y se archivaron reportes durante los tres años siguientes, pero nunca se obtuvieron pistas. Cuando Alemania se dividió, en 1949, se prohibió que el sector del este tuviera contacto con occidentales, por lo que la iglesia no pudo rastrear ahí el robo. Es probable que Meader, entonces teniente del ejército, enviara los objetos a Estados Unidos, llevando a cabo uno de los robos de arte más grandes del siglo XX. Meader era un maestro de arte frustrado, obligado por circunstancias personales a trabajar en la tienda de su familia. En una ocasión confesó que se sentía dividido entre el sentimiento de culpa y el disfrute de la belleza de su colecci6n. A la muerte de Meader, sus herederos ofrecieron al mercado los objetos de Quedlinburg y las agencias impositivas y penales de EUA iniciaron una investigación. Luego de meses de maniobras legales, los herederos acordaron ceder la colección a cambio de 2.75 millones de dólares, un millón más que el anticipo que recibieron por el manuscrito de los evangelios. Aunque Alemania afirmó que el caso se había resuelto amigablemente, muchos criticaron el acuerdo. De esta manera, entre el trajín de la derrota alemana, la codicia de muchos de los integrantes militares de los diferentes países y la enorme confusión general de aquellos años de posguerra, mucha de la riqueza nazi se perdió y dispersó alrededor del mundo. Con el paso del tiempo seguramente aparecerán nuevas noticias relacionadas con aquel tesoro, y nuevos hallazgos artísticos y secretos de guerra se ventilarán para asombro del mundo entero.
Habitación perdida
Aún se desconoce el destino de la notable "habitación ámbar de los zares", una habitación entera hecha de ámbar labrado. Originalmente propiedad del rey Federico Guillermo I de Prusia, la regaló en 1716 a su aliado ruso, el zar Pedro el Grande. Impresionado con el "inexpresable encanto" de sus lujosos muebles, Pedro instaló este generoso obsequio en un palacio en las afueras de su capital, San Petersburgo, agrandándolo al tamaño de un salón de banquetes y añadiendo 24 espejos y piso de madreperla. Dos siglos después, durante la invasión a Rusia en la Segunda Guerra Mundial, los alemanes reclamaron el regalo y lo llevaron a reconstruir al castillo de Königsberg. Se mostró al público por un tiempo, pero se guardó en el sótano del castillo antes de que el poblado fuera destruido por las bombas inglesas en 1944.
No se encontraron señas del tesoro en el sótano bombardeado. Se rumoró que los nazis lo sacaron en un barco que fue hundido por un submarino soviético. Un testimonio de 1959 parecía indicar que la habitación ámbar estaba oculta en una mina de sal. Cuando los investigadores se acercaron al supuesto escondite, ocurrió una explosión misteriosa, inundando la mina e imposibilitando el rescate.

El robo del legado artístico europeo

El asombroso hallazgo en la mina Kaiseroda hizo que la visitara el comandante supremo de las fuerzas aliadas, Dwight Eisenhower, y cuatro de sus generales, incluyendo a George Patton. Cuando este irreprimible oficial recordó la primera vez que vio los invaluables óleos, escribió: "Los que vi, pienso que valen $2.50 y son e la clase de cuadros que normalmente se ven en los bares de Estados Unidos." Hubo otras opiniones, pues la colección incluía obras de Renoir, Tiziano, Rafael, Rembrandt, Durero, Van Dyck y Manet. Pero incluso estas obras maestras fueron superadas por la única obra en posesión de Alemania, el famoso busto de 3.000 años de la hermosa reina egipcia Nefertiti. Muchos tesoros rnás fueron hallados en otras minas cercanas. Los generales nazis habían acumulado vastas propiedades de arte, tomadas de ciudadanos y museos de los países conquistados. Muchas obras fueron destruidas durante la conflagración, pero muchas otras fueron devueltas a sus legítimos dueños, gracias a los esfuerzos de los equipos de restauradores que trabajaron con los departamentos de Estado y Defensa de EUA. Sin embargo, aún hay miles de obras que nunca fueron encontradas; una reciente compilación en Munich enlista unas 4000 pinturas europeas consideradas como perdidas. Robar los tesoros artísticos nacionales de un enemigo derrotado es un tema familiar en la Historia, que se remonta a la época de los ejércitos de Asiria, Egipto, Grecia y Roma, y continúa hasta las campañas napoleónicas y las conquistas coloniales británicas. Por ejemplo, las imponentes columnas de pórfido rojo, de la mezquita Hagia Sofia de Estambul, fueron robadas de Persépolis por las legiones romanas. Los famosos cuatro caballos que estaban en la cúspide de la catedral de San Marcos en Venecia eran un botín obtenido de la antigua Constantinopla.

Las convenciones de guerra de La Haya de 1907 permitían "el rescate de tesoros artísticos de todas las zonas de batalla", pero la rapacidad de los oficiales nazis fue rnucho más lejos, apropiándose de obras de países subyugados, valuadas en millones de dólares. Algunas de ellas fueron expuestas en museos alemanes, pero otras fueron alrnacenadas secretarnente o mostradas en las opulentas mansiones de los rniernbros de la comitiva de Hitler, que amaban los lujos. Las unidades especiales de confiscación de Alemania incluían a la eficiente Bildende Kunst (Bellas Artes), integrada por 350 bibliotecarios, archivistas e historiadores de arte. Su labor era registrar y catalogar el invaluable botín, estibarlo cuidadosamente y, al colapso del Tercer Reich, hallar escondites. Según los expertos, quizá algunas obras no se encuentren nunca, pues la documentación de las obras se perdió o fue destruida en los días finales de la guerra. 

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