jueves, 23 de febrero de 2017

Radiografía de la crisis mundial – algunas consideraciones

Nikolai Kondratieff (1892-1938) fue un economista ruso que desarrolló la tesis de los ciclos largos de la economía. Su hipótesis se basa en que la economía capitalista se mueve en ciclos de 40 a 60 años, que comprenden a las crisis cíclicas de superproducción, que tienen una duración corta, que presentan cada uno de ellos una fase de crecimiento a la que sigue otra de descenso y una serie de pautas que se repiten en cada ciclo. Cuando establece su teoría en los años 20 del siglo pasado, Kondratieff llega a la conclusión de que el capitalismo ha tenido tres ciclos largos: Uno desde finales de la década de los 80 del siglo XVIII a mediados del siglo XIX; otra de mediados del siglo XIX a finales del siglo XIX; y una tercera se estaría produciendo en esos momentos desde finales del siglo XIX y estaría en una fase descendente desde la Primera Guerra Mundial. Como vemos, Kondratieff estaba prediciendo claramente la crisis del año 29 en el siglo XX.



Pero es difícil pensar que todos los ciclos del capitalismo siguen pautas exactamente iguales. De todos modos podemos considerar las ideasde Kondratieff como un buen instrumento para analizar la realidad económica capitalista. En concreto vemos que cada ciclo largo presenta elementos diferenciados en lo que respecta a la tecnología, las fuente de energía, la organización del trabajo y los valores sociales que justifican el orden social vigente. De esta manera vemos que el capitalismo ha tenido unos ciclos largos, cuyas características son: En el primer ciclo, de finales de la década de los 80 del siglo XVIII a mediados del siglo XIX, tenemos la época de la Revolución Industrial, de la mano de la máquina de vapor y la industria textil. Sobre todo el algodón. Las máquinas comienzan a desplazar el trabajo artesanal y la manufactura. En el segundo ciclo, de mediados del siglo XIX a finales del siglo XIX, se produce el triunfo de la producción con máquinas. El ferrocarril y el acero son la base de la economía. En el tercer ciclo, de finales del siglo XIX a la crisis del 29, la electricidad, la química y los motores son las grandes innovaciones. La nueva organización del trabajo se conoce como taylorismo.



En el cuarto ciclo, de la crisis del 1929 a la crisis de los años 70, se produce el desarrollo de la petroquímica, con el petróleo como fuente de energía, la electrónica y la automoción. La nueva organización del trabajo se conoce como fordismo, que se refiere al modo de producción en cadena que llevó a la práctica Henry Ford, fabricante de automóviles de Estados Unidos. Este sistema comenzó con la producción a partir de 1908, con una combinación y organización general del trabajo altamente especializada y reglamentada a través de cadenas de montaje, maquinaria especializada, salarios más elevados y un número elevado de trabajadores en plantilla, que fue utilizado posteriormente en forma extensiva en la industria de numerosos países, hasta la década de los 70 del siglo XX (cuando fue reemplazada por el toyotismo). El fordismo como modelo de producción resulta rentable siempre que el producto pueda venderse a un precio relativamente bajo en relación a los salarios promedio, generalmente en una economía desarrollada. En el quinto ciclo, de la crisis de los año 70 del siglo XX a la crisis de 2008, es la era de las tecnologías informáticas y de la comunicación, de los microchips y de Internet. El nuevo ciclo se conoce como neoliberalismo y comporta una nueva organización del trabajo, basada en el toyotismo.

Y aquí entramos en el terreno de la especulación: ¿cuáles serán las características del sexto ciclo, que cubre el período que empieza en 2008? En primer lugar todo parece indicar que en el sexto ciclo Kondratieff se perfila el final del capitalismo, ya que la tasa de crecimiento cero a que parece se llegará dentro de unos años hace que el capitalismo sea un sistema inviable. De todos modos esta caída del capitalismo implica altos riesgos, pues el capitalismo puede arrastrar en su caída a toda la Humanidad, con una crisis combinada de impacto ecológico negativo, de cambio climático, de pandemias, todo ello acompañado de una posible guerra nuclear, etc… Por lo tanto, no es sólo el capitalismo quien se juega su futuro, sino que es la Humanidad quien se juega su ser o no ser. La opción más clara que tiene el sistema para perpetuarse, tal como hemos visto con la crisis del 29, es una nueva y terrorífica guerra mundial.



De la misma forma que la crisis de 1929 necesitó de la Segunda Guerra Mundial para encontrar una solución, aunque con el tremendo coste de 50 millones de muertos, una Tercera Guerra Mundial provocaría tal devastación en la economía que facilitaría que los capitales especulativos volviesen al sistema productivo y se recuperasen por un tiempo niveles de crecimiento de la tasa de producción y de la tasa de beneficio, aunque fuera a costa de millones y millones de muertos. Aunque parezca un escenario apocalípticos, parece que es con esta hipótesis con la que están trabajando los “think tank” del capitalismo y en este sentido se manifestaron personajes influyentes de la economía norteamericana cuando estalló la crisis financiera: no había que ayudar a los bancos con dinero público –dijeron-, sino que había que provocar una nueva guerra mundial para que la economía despegase tras unos años de destrucción generalizada. En fin, que cada uno saque sus propias conclusiones.

Un “tanque de pensamiento” o think tank (una expresión claramente bélica) es una institución investigadora u otro tipo de organización que ofrece consejos e ideas sobre asuntos de política, comercio e intereses militares. El nombre proviene del inglés, por la abundancia de estas instituciones en Estados Unidos, y significa ‘depósito de ideas’. Algunos medios en español utilizan la expresiones «laboratorio de ideas» o «fábrica de ideas» para referirse a los think tank. Los think tank a menudo están relacionados con laboratorios militares, empresas privadas, instituciones académicas o de otro tipo. Normalmente se trata de organizaciones en las que trabajan varios teóricos e intelectuales multidisciplinares que elaboran análisis o recomendaciones políticas. Un think tank tiene estatus legal de institución privada, normalmente en forma de fundación no comercial. Los think tank defienden diversas ideas. Sus trabajos tienen habitualmente un peso importante en la política, también en la opinión publica, particularmente en Estados Unidos.



En el terreno estrictamente económico, hay quien piensa en las grandes inversiones, como fuente de beneficio. El capital, en su búsqueda permanente de ámbitos rentables de inversión, ¿hacia donde se dirigirá ahora? Algunos autores apuntan que se orientará hacia la inversión en energía, por lo que ya vuelve a mencionarse la conveniencia de recuperar las nucleares, que permiten inversiones de gran volumen. Aunque el último terremoto de Japón ha hibernado de momento la apuesta por la energía nuclear. También es posible que se amplíe el llamado capitalismo verde, basado en el reciclaje y las energías alternativas, que podría extenderse hacia la producción de agrocarburantes, con todos los graves peligros que supone para la alimentación de los países más pobres. Otros analistas hablan del desarrollo de nuevas tecnologías. Según el Silicon Valley, considerado como uno de los centros de investigación y desarrollo más importantes a nivel mundial, se produce una convergencia en torno a 3 ámbitos relacionados con lo que podría considerarse la próxima ola tecnológica: nanotecnología, biotecnología e infotecnología.

La nanotecnología es la fabricación de tecnología en miniatura. Las mayores empresas informáticas, los gobiernos de los países más desarrollados y unos 40 grandes laboratorios privados están invirtiendo grandes cantidades de dinero. Aproximadamente la producción de nanotecnología se reparte a partes iguales entre los EEUU, Europa y el resto del mundo. Se prevé que para el 2014 el 15% de la actividad económica use nanotecnología. Con ello se abaratarán los procesos productivos y crecería la tasa de beneficio. Pero los críticos advierten de la peligrosidad de estas aplicaciones para la salud de las personas. La biotecnología se ha hecho famosa por su utilización en la producción de alimentos transgénicos, biocombustibles y en la clonación de seres vivos. Los riesgos para las personas también son claros, por la alteración que supone en los productos naturales. También presenta problemas éticos ante los intentos de clonar personas y poder fabricar obreros baratos y obedientes, tal como relató Aldous Huxley en su magnífica e inquietante obra: “Un mundo feliz”. En el terreno de la infotecnología tenemos el vasto y complejo conjunto de tecnologías de la información y de las comunicaciones. Y en esta área no hay que perder de vista a la robótica como un elemento tecnológico que puede centrar las esperanzas de los capitalistas en que su sistema se perpetúe. La razón es simple: el desplazamiento de mano de obra por robots produce una tasa de beneficio mayor.



De momento, los avances de la robótica están siendo espectaculares en el campo militar, ya que los EEUU prevén que la totalidad de sus aviones militares serán pilotados por robots en las próximas décadas. A la vez que en el terreno militar, la sustitución de personas por robots se está viendo en la economía productiva en los últimos años, en gasolineras, entidades bancarias, centros comerciales y la industria en general. En Japón ya hay robots cuidando de ancianos y se ha tenido que aprobar una serie de leyes para fijar la relación entre los robots y los seres humanos, dando a estos robots una personalidad jurídica. De la misma manera que durante las últimas décadas se ha inundado el mundo con automóviles que compiten con el hombre por el consumo de energía no renovable e incluso por los alimentos convertidos en combustible, también puede inundarse con robots que desplacen a millones de trabajadores de sus puestos de trabajo. En cualquier caso, el panorama que se dibuja para el futuro es de una organización del trabajo mucho peor (para los seres humanos) que la actual, con sistemas de control social más férreos por la competencia de clones y/o de robots, con mayor precariedad laboral y un paro estructural que llegará a niveles aún más preocupantes.

Y aquí entramos en algunos conceptos expuestos por Karl Marx, que aunque ha sido proscrito en el mundo de las ideas económicas, creemos que todavía habría que releer con cierta atención. Karl Heinrich Marx Pressburg nació enTréveris, Alemania, en 1818 y murió en Londres, Reino Unido, en 1883. Fue un intelectual y militante comunista alemán de origen judío. En su vasta e influyente obra, incursionó en los campos de la filosofía, la historia, la sociología y la economía. Junto a Friedrich Engels, es el padre del socialismo científico, del comunismo moderno y del marxismo. Sus escritos más conocidos son el Manifiesto del Partido Comunista (en coautoría con Engels) y su obra maestra “El Capital”. Las teorías de Marx sobre la sociedad, la economía y la política, que se conocen colectivamente como el marxismo, sostienen que todas las sociedades avanzan a través de la dialéctica de la lucha de clases. Fue muy crítico de la forma socioeconómica vigente de la sociedad, el capitalismo, al que llamó la “dictadura de la burguesía“, creyendo que se llevaba a cabo por las acaudaladas clases alta y media para su propio beneficio y predijo que, como los anteriores sistemas socioeconómicos, inevitablemente se producirían tensiones internas que lo llevarían a su autodestrucción y a su reemplazo por un nuevo sistema: el socialismo.



Sostuvo que la sociedad bajo el socialismo, sería regida por la clase obrera en lo que llamó la “dictadura del proletariado“, el “Estado obrero” o “democracia obrera“. Creía que el socialismo sería, a su vez, eventualmente reemplazado por una sociedad sin Estado y sin clases llamada comunismo puro. Junto con la creencia en la inevitabilidad del socialismo y del comunismo, Marx luchó activamente para la implementación del primero, argumentando que los teóricos sociales y las personas desfavorecidas debían realizar una acción revolucionaria organizada para derrocar el capitalismo y lograr un cambio socioeconómico. Sin embargo, por desgracia para sus ideas, la aplicación práctica se plasmó en una serie de terribles dictaduras. Probablemente porque, tal como pasa demasiadas veces, las ideas se distorsionan al llevarse a la práctica. Y tenemos un ejemplo muy claro con algunos comportamientos del catolicismo, como el caso de la Inquisición y de las riquezas del Vaticano, con respecto a las ideas originales de Jesús.

La teoría del valor surgió en el siglo XVIII para explicar el comportamiento de los precios, cuando la expansión del mercado hizo inviable el sistema entonces vigente de regulaciones medievales. La economía política clásica consideraba que la industria manufacturera se había convertido en el centro del proceso productivo y atribuía la variación de los precios a la cantidad de trabajo incorporado en las mercancías. Marx explicó cómo los capitalistas expropian una parte del valor creado por los trabajadores en el proceso productivo y cómo se redistribuyen esta plusvalía a través de distintas modalidades de beneficio. Semejante apropiación es posible porque los asalariados generan durante su jornada laboral más valor que el requerido para su propia reproducción. La magnitud del valor que incorpora a los salarios es superior al valor de su fuerza de trabajo expresada en salarios.



Al considerar que el centro del capitalismo es la explotación, Marx postuló que el trabajo abstracto, procedente de los asalariados y uniformado durante el proceso de intercambio, es la sustancia del valor. En la actividad cotidiana desarrollada en el mercado se observa que las mercancías se intercambian como equivalentes, que el dinero circula y que el capital se acumula, como si estos elementos produjeran automáticamente, y por sus propias fuerzas, la reproducción económica, sin ninguna intervención de los hombres. Las huellas de la acción humana quedan borradas en el universo de las compras, ventas, contrataciones y negociaciones corrientes, disimulando el control que detenta la clase dominante de todo este proceso. Y lo que se torna particularmente invisible es el origen del beneficio basado en la plusvalía y las causas del aumento de la explotación.

La teoría del valor es una crítica al ocultamiento de las relaciones sociales que posibilitan la acumulación del capital y la distribución de la ganancia. Demuestra por qué la mercancía, el dinero y el capital no generan satisfacción, riqueza y poder, sino que representan una parte del valor generado en la actividad productiva. ¿Por qué nadie cambiaría un vaso por un coche? ¿O porqué por un coche podría obtener, no uno, sino miles de vasos? Entonces, ¿qué es lo que tienen en común todas las mercancías que permita obtener un patrón de intercambiabilidad?Pues, según Marx, la única característica común que tienen las mercancías es la propiedad social de ser el fruto del trabajo humano. Y es por esto que las mercancías poseen valor, porque en ellas queda incorporada una fracción de trabajo social que la sociedad destina a producir e intercambiar los frutos del trabajo.



Vemos, según Marx, que el elemento común que aparece en las mercancías y que determina su relación de intercambio con el resto de las mercancías es su valor. Y la sustancia del valor es el trabajo. Un trabajo despojado de sus cualidades e igualado socialmente mediante el intercambio. Es el trabajo que determina que las mercancías tengan valor. Y el valor es la forma social e históricamente determinada del producto del trabajo en la sociedad mercantil. En consecuencia, el valor de una mercancía se determina por la cantidad de trabajo pasado y presente que se necesita para su producción. ¿Por qué presente y pasado? Porque vemos que el hombre no produce normalmente directamente con sus manos sino que mediante el trabajo también se dota de herramientas, máquinas, instalaciones, que son utilizados en nuevos procesos. También tiene que haber existido un trabajo previo para extraer y transformar las materias primas para que sean aptas para la producción.

El trabajo pasado es el fruto del trabajo que en su momento se destinó para producir las condiciones necesarias que permiten llevar a cabo el acto productivo. Así, el tiempo de trabajo necesario para producir una mercancía abarca el trabajo directo actual del trabajador más el trabajo indirecto o pasado incorporado anteriormente por otros trabajadores y que ha quedado cristalizado en las máquinas y materias primas. La visión marxista destaca que el estudio del valor es la llave maestra para comprender porqué el capitalismo se basa en la explotación. El capital se valora mediante la plusvalía, ya que la fuerza de trabajo es remunerada por debajo del valor creado por los asalariados. Esto refuta la negación de que hay explotación, expresado con las frases: “el salario corresponde a la productividad” o “el mercado remunera adecuadamente al factor trabajo“.



La teoría marxista indica que el valor es la clave para comprender cómo se forman los precios en el capitalismo en base al tiempo socialmente necesario para la producción de las mercancías. Sin embargo, los salarios tienen un peso cada vez menor dentro de la economía actual. ¿Cómo se pueden mantener que el trabajo es la única fuente de valor si hoy sólo representan el 20% de los costes de producción? A este planteamiento se le puede responder con una simple pregunta: ¿a qué puede corresponder este 80% de los costos no salariales en la fabricación de un automóvil? Si se examinan las cuentas de una sociedad, encontraremos cuentas de compras intermedias, que superan el importe de los salarios directos. Analizando las cuentas encontraremos compras de chapas a la industria siderúrgica, o de neumáticos, o de retrovisores, etc., a los que se denomina equipamientos.¿Pero se trata de costos no salariales? Evidentemente no, porque el costo de estos suministros incorpora en sí mismo trabajo asalariado. Esto constituye la esencia de la teoría del valor y de la contabilidad nacional. La baja de los salarios directos corresponde igualmente a una creciente externalización de ciertos servicios, tales como mantenimiento, limpieza o seguridad, o a la entrega a la subcontratación de ciertas áreas productivas. Entonces, es necesario consolidar, y tomar en cuenta, el trabajo incorporado en los precios de todas estas prestaciones. Así se obtiene una parte de los salarios con valor agregado, que ha bajado, ciertamente, pero que hoy representa alrededor del 60% para el conjunto de las empresas.

El término capital especulativo nos obliga a plantearnos varias preguntas distintas: ¿El capital especulativo es una forma nueva en la era del capitalismo global, articulada alrededor del dinero, la actividad productiva y la actividad comercial? ¿Se trata de una forma nueva de valorización, independiente de la producción de riqueza real, en bienes y servicios, que funciona en el área de las finanzas y surge como consecuencia de la liberalización de los mercados financieros?¿Dónde encontrar la explicación al incremento del capital especulativo en los prolegómenos de la crisis? Debido a la disminución de la plusvalía productiva, cuyo incremento no compensa la masa de capital empleado para producirlo, se expulsa a dicho capital de la producción para entrar en todo tipo de especulación, tradicionalmente financiera y bursátil, con la única excepción de la droga, cuyo excedente realizado como dinero negro es blanqueado por mediación de alguna banca, que ésta convierte en sobreoferta de dinero barato para préstamos o para especulación en Bolsa o en mercados alternativos como el inmobiliario y en ciertas materias primas, como oro, petróleo, cereales, etc.



Lo que está en juego en los mercados especulativos no es ya la plusvalía producida por los distintos capitales, sino el capital mismo de quienes participan en ese juego. Pero no es éste precisamente un juego de azar como el de la ruleta, porque aquí también impera la ley del más fuerte. Y es que, en el mercado del capital productivo todos ganan, aunque unos más que otros, en tanto que en los mercados especulativos, lo que uno gana el otro lo pierde, como en los casinos. En el mercado de productos los que participan con mayor tasa de capital ganan más que otros. En el mercado especulativo, los que participan en el juego de la especulación con capitales de mayor magnitud, por lo general acaban quitándole todo su capital a los que arriesgan apostando capitales menores. ¿Cual es el momento en que se produce esta transferencia de capital productivo hacia la especulación, convertido así en capital ficticio? Según Marx, el exceso de acumulación se produce cuando un incremento de capital acumulado produce la misma o menos plusvalía que antes de su incremento.

Aunque las formas del capital sujeto a un interés se han vuelto muy diversas: fondos de inversión, derivados, etc., y han enriquecido a nuevas capas de inversores, tales como Soros, conviene recordar que existe una diferencia cualitativa entre el capital industrial y el financiero. Como aclaración, debemos indicar que George Soros es un conocido especulador financiero, inversionista y activista político, de origen húngaro y nacionalidad estadounidense. Soros se hizo famoso como la persona que “quebró el Banco de Inglaterra” el Miércoles Negro (16 de septiembre de 1992). Con una fortuna neta valorada en alrededor de nueve mil millones de dólares estadounidenses (de 2007), fue calificado por la revista Forbes como la 97ª persona más rica en el mundo. Por otra parte, es conocido por su apoyo a diversos movimientos sociales dentro de una filosofía de sociedad abierta muy influida por el liberalismo de Karl Popper. Un apoyo algo cínico, tal vez como tranquilizador de conciencias.



Mientras que la tasa de ganancia que guía al capital industrial responde directamente a la dinámica de la acumulación, la tasa de interés que rige el capital financiero es una sustracción del beneficio. Por eso hay que buscar las raíces de las transformaciones financieras en la producción y a partir de allí analizar la influencia inversa. El aumento de la tasa de plusvalía, el comienzo de una revolución tecnológica, el ascenso de la inversión en las tecnologías punta, la reconversión industrial, la nueva división internacional del trabajo, la irrupción del mercado chino o la expansión de las exportaciones del sudeste asiático, son los fenómenos claves, que oculta la especulación financiera. El hecho de que, actualmente, una parte importante de la creación de valor y plusvalía esté ligada a la ausencia de creación de riqueza, no cambia nada las cosas. Pero hay una cantidad creciente de producción de riqueza que sí es riqueza auténtica, ya que no se trata de activos financieros sino de activos reales. Pero es una riqueza que no enriquece realmente a toda la sociedad sino sólo a la clase que se beneficia de la específica división clasista que tenemos. Pero estos tipos de riqueza, extendidos más allá de ciertos límites, pueden significar un freno para el crecimiento de la producción a largo plazo, y, por tanto, un peligro importante para la sociedad capitalista.



En el ámbito financiero se diseñan operaciones complicadas para obtener beneficios. Parece como si el dinero, utilizado como capital, pudiera generar más riqueza. Pero esto es una ilusión económica, puesto que el dinero sólo no crea valor y el mundo financiero tiene que obtener su beneficio partiendo del mundo de lo real, que es el único que crea nuevo valor. La ilusión de que el mundo financiero puede obtener beneficios por sí mismo es uno de los elementos que está en la base de la crisis. El dinero y los productos financieros no crean valor sino que representan un valor. Esa supuesta creación de valor y generación de beneficios por el dinero y los productos financieros no es otra cosa que la apropiación del valor creado por el trabajo humano en el proceso productivo de la economía real. Partiendo del supuesto de que el dinero y los productos financieros circulando en los mercados crean valor, para enriquecerse se supone que solo hay que crear productos financieros o adquirir los ya existentes y hacer que se reproduzcan mediante adecuadas operaciones especulativas.



El capital especulativo no cumple ninguna función en la lógica del capital industrial. Es un capital que no produce plusvalía o excedente y no favorece ni contribuye a su producción. Su lógica es la apropiación desenfrenada de plusvalía o ganancia especulativa. El sistema crediticio capitalista está formado por crédito bancario y el crédito comercial, este último a través de la emisión de letras de cambio, que funciona como un préstamo en dinero, por cuanto el valor de las mercancías cedidas a crédito sólo puede ser expresado en términos monetarios. El crédito es el punto de partida para comprender la naturaleza del capital ficticio porque permite crear un mayor intervalo entre los actos de compra y venta, sirviendo por tanto de base de especulación. Esta facilidad que brinda el crédito creó las condiciones para el desarrollo creciente de la especulación durante el siglo XIX. Este proceso se manifestó como una derivación de las operaciones de arbitraje en el comercio de Inglaterra con la India, China y otras colonias.

¿Por qué disminuye el crecimiento de la tasa de ganancia en el capital productivo hasta el punto de expulsar una creciente plusvalía hacia la especulación, en busca de rentabilidad como capital de riesgo? Porque, independientemente de los distintos agentes económicos capitalistas dedicados a producir plusvalía explotando trabajo ajeno para la acumulación, la competencia determina que a medida que se acumula capital, aumenta la parte que se invierte en maquinaria y materias primas en detrimento del capital adicional que se destina a incrementar la fuerza de trabajo. Y dado que la plusvalía surge únicamente del trabajo en la producción a una determinada tasa de explotación, de ello resulta que la ganancia tienda inevitablemente a disminuir, hasta alcanzar un punto que se produce la sobre acumulación de capital. Partiendo del postulado que el trabajo es la única fuente de valor y que la ganancia se nutre de la plusvalía, la explicación de esta recomposición de la rentabilidad se encuentra en el avance de la flexibilidad laboral, la presión del desempleo y la expansión de la pobreza. Pero, además, en una crisis, la rentabilidad sólo se recompone mediante un proceso de quiebras y fusiones que saque del mercado a las empresas menos lucrativas.



Hasta la crisis actual no se había producido una crisis general como la de 1929. Pero una serie de minicrisis puede compararse con la gran depresión. La masificación del desempleo, la reestructuración forzosa de las empresas, evidencia un gran proceso de pérdidas, quiebras y cambios de propiedad. Sin embargo, un rasgo del capitalismo de posguerra, es la postergación del saneamiento de los capitales obsoletos, con medidas de rescate instrumentadas por los Estados. Estos auxilios son habitualmente otorgados a los bancos en peligro, pero mantienen en pie también a las empresas deudoras e insolventes. La desvalorización de capitales sobrantes queda así pospuesta, pero también se neutraliza la recuperación plena de la de ganancia.Marx indicó que, aunque existen muchas causas determinantes en la disminución de la tasa de ganancia, el motivo estructural es la creciente tecnificación del proceso productivo. Como la presión competitiva reduce el porcentaje del nuevo trabajo directo incorporado en las mercancías en relación al trabajo pasado, en las materias primas y el capital fijo de las maquinarias, la tasa de beneficio, basada en la plusvalía relativa a los asalariados, tiende a decrecer.

Pero Marx relató la existencia de seis fuerzas compensatorias de este proceso. El aumento del grado de explotación, la reducción del salario por debajo de su valor, el abaratamiento del capital constante, la superpoblación relativa, el comercio exterior (favorable a los países desarrollados) y el aumento del capital por acciones (cuyos dividendos permiten ganancias extraordinarias). Marx destacó, además, que el incremento de la capacidad productiva, del volumen de las ventas y de la masa total de las ganancias contrarrestan, pero no revierten, la caída de la tasa de beneficio. Finalmente expuso las contradicciones que genera el incremento de la producción junto a la simultánea reducción de la tasa de ganancia. Al multiplicarse el número de mercancías enviadas al mercado con decrecientes posibilidades de generar beneficios, también se retrae la inversión y aumentan las dificultades para el capital. En un momento este desequilibrio desencadena la sobre acumulación de capitales que no encuentran colocación lucrativa. Estalla la crisis y durante ese colapso se evidencia que la propia acumulación es la causa de la depresión y que el límite del capital es el capital mismo. Partiendo de esta evaluación, Marx definió que la contracción del beneficio constituye la ley más importante de la economía política.



El sistema capitalista se basa en la búsqueda de beneficio para el capital, lo que conduce a la creciente acumulación capitalista. Pero, según Marx, el propio proceso de acumulación tiende a reducir la rentabilidad de manera progresiva. El capital se encuentra preso de una importante contradicción interna. El proceso necesario para incrementar sus niveles de beneficio se convierte, a largo plazo, en la fuente que lo hará decrecer. Este hecho es el que se conoce como la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. El incremento de la tasa de explotación es una de las principales características de las últimas décadas. Hay tres fenómenos que influyen en este aumento, a saber: la desregulación laboral, la masificación del desempleo y la expansión de la pobreza. La desregulación laboral se plasma en recortes a lo derechos de los trabajadores, que han reforzado el control de la Dirección en las empresas. Este avance patronal ha conducido al estancamiento de los salarios en los países avanzados y al retroceso absoluto en la mayoría de las naciones atrasadas. La flexibilización apunta al aumento de la sumisión real del trabajo al capital, con la imposición de las normas laborales que fija el empresario.

El resurgimiento del desempleo en gran escala no es solo una consecuencia del cambio tecnológico. Es un mecanismo para precarizar las condiciones laborales. La ampliación de la cantidad de pobres es un efecto de los cambios en la legislación laboral. El desmantelamiento del “estado del bienestar” esta llevando a los países avanzados a situación de miseria entre los sectores más desamparados de la población. En la mayoría de los países subdesarrollados se acentúa la indigencia y pobreza. La profundidad de la crisis o recesión depende sobre todo del nivel que haya alcanzado la sobreproducción de capital y de la distancia entre los precios de mercado y los valores reales de los activos. Ambos factores parece que han sido muy elevados en la actual coyuntura mundial, y por eso la caída es más grande. La tesis de Marx es que el ciclo capitalista se iría reproduciendo continuamente, aunque con crisis cada vez más graves, si no existieran determinadas fuerzas que, en un punto determinado del desarrollo histórico del capital, pusieran fin a dicha reproducción. Con grandes cantidades de dinero público, que es de todos los ciudadanos, los bancos centrales han salido al rescate de las entidades que entraban en crisis.



El Banco Central de los EEUU, conocido como Reserva Federal (FED), es una especie de holding bancario privado regido por una Junta de Gobernadores, cuyo presidente es designado por el Presidente en funciones de los EE.UU. decisión que debe ser confirmada por el Senado. Esto le confiere la apariencia de ser un organismo estatal. Pero en realidad, sus decisiones no son aprobadas por ningún cargo político ni comisión delegada del Estado. Por tanto, su función en la práctica está orientada a servir a los intereses privados que controlan la Reserva Federal. Fue creado el 23 de diciembre de 1913 en virtud de la Ley de Reserva Federal, según la cual todos los bancos nacionales quedaron vinculados al Sistema de la Reserva, cuya principal función consistió en detentar el monopolio de emitir dinero, sin lo cual, se pierden las facultades accesorias de fijar las tasas de interés y regular la cantidad de dinero en circulación.

De la importancia decisiva de tales funciones da prueba el hecho de que, en junio de 1963, John F. Kennedy, entonces presidente de los EEUU, ordenó que el Departamento del Tesoro sustituyera a la Reserva Federal en su exclusiva facultad de emitir dólares americanos, moneda convertida ya, por entonces, en patrón de intercambios internacionales. Y, casualmente, en noviembre de ese mismo año Kennedy fue asesinado. Que el Sistema de la Reserva Federal obre como un prestamista de servicios financieros al Estado norteamericano y que el pago de los intereses devengados por tales préstamos deba hacerlo el Tesoro de los EEUU a los bancos de la Reserva Federal, vía impuestos que pagan los contribuyentes, es prueba evidente de que la mayor parte de los fondos existentes en el mundo actual son fondos privados. Y la crisis no hará más que centralizar esa propiedad de los fondos privados todavía más en menos propietarios.



A poco de estallar la burbuja inmobiliaria, en agosto de 2007, los bancos centrales de los principales países capitalistas inyectaron más de 400 mil millones de dólares en el sistema financiero. Esto es más que el PIB argentino y casi la mitad del PIB brasileño. En febrero de 2008 se estima que los 15 mayores bancos (6 europeos y 9 norteamericanos) habían perdido 91 mil millones de dólares y los mayores bancos japoneses habían perdido 52 mil millones de dólares. Dos aseguradoras estadounidenses contabilizaban sus pérdidas en 24 mil millones de dólares. Las pérdidas totales podrían ser de 400 mil millones de dólares. En marzo de 2008 EEUU inyecta 200.000 millones de dólares; unos días antes, la FED se comprometió a otros 100.000 millones de dólares. El Banco Central Europeo (BCE) se compromete con 15 mil millones de dólares. En este momento, los bancos europeos acumulaban 80.000 millones de pérdidas. En mayo, nueva inyección de 75.000 millones en el sistema financiero norteamericano; en total, la cifra asciende ya a 510.000 millones de dólares. Septiembre de 2008 es un mes negro para el sistema. A partir de este momento, como fichas de dominó, quiebran los cinco grandes bancos de inversión: Lehman Brothers, Merril Lynch, Goldman Sachs, Morgan Stanley y Bearns y Stern; quiebran dos grandes agencias inmobiliarias: Fannie Mae y Freddy Mac; quiebra la gran entidad aseguradora de hipotecas American International Group (AIG); quiebra el gran banco comercial Washington Mutual, junto con otros 20 bancos comerciales.

Ante la quiebra de Lehman Brothers, caen las bolsas en todo el mundo; el BCE dice que inyectará 70.000 millones de euros en el sistema financiero; un día antes se comprometió a otros 30.000 millones. El 22 de septiembre de 2008 Bush declara que pedirá al Congreso 700.000 millones de dólares. No obstante, se estima que las necesidades financieras del sistema son de 5 billones de dólares. Estamos asistiendo a la mayor intervención estatal desde la crisis de 1929. Este mismo mes se nacionaliza a las empresas Fannie Mae y Freddie Mac, los dos gigantes del mercado de los bonos hipotecarios. Es la mayor intervención del Estado en la economía en las últimas décadas. Como consecuencia de la quiebra del sistema financiero, el FMI rehace sus cálculos y dice que el coste de la crisis será de 1,3 billones de dólares, más de un 30% superior al cálculo anterior. Los bancos europeos y norteamericanos han perdido en este momento entre 640.000 y 735.000 millones de dólares. Como referencia, el PIB de México es de 945.000 millones de dólares. En octubre de 2008, los más importantes países europeos acuerdan un plan de salvación de 2,5 billones de dólares. En unas semanas, los bancos centrales de EEUU, Canadá y Europa habían inyectado casi un billón de dólares en el sistema financiero.



El 14 de noviembre de 2008 la caída de Wall Street suma, en una semana, unas pérdidas de un billón de dólares. Este mismo mes, el inspector general del Departamento del Tesoro, Eric Torzón, declara al diario “The Washington Post” que la supervisión de los 700.000 millones de dólares que han de salvar al país es un caos, pues no dispone del personal necesario. En enero de 2009 un informe del Congreso abunda en el mismo sentido. En noviembre de 2008, el BCE inyecta 200.000 millones de euros en los mercados financieros, mientras que la FED inyecta 800.000 millones de dólares, con lo que se totalizan 7 billones de dólares. La profundidad de la crisis llega a cifras astronómicas. El gobierno norteamericano ha comprometido más de 5 billones de dólares en 22 programas de salvamento. El total para apuntalar la economía podría llegar a 7.5 billones, la mitad del PIB de EEUU. En diciembre de 2008 se proyectan inyectar entre 15 y 17.000 millones de dólares para evitar la quiebra del sector automovilístico (General Motors, Chrysler y Ford).

En este momento, según Greenspan, son 30 billones de dólares las pérdidas de las bolsas por la crisis inmobiliaria, de las que un 30% corresponden a EEUU. En marzo de 2009 se anuncian otros 1,15 billones de dólares para el sistema financiero. Aunque parezca increíble, el FMI recomienda los déficits fiscales. Ahora admite que existen rigideces de precios y asimetrías que hacen necesaria una dosis de intervención estatal. Aunque no significa volver al estatismo de los años cincuenta o sesenta. Ya nadie plantea, por ejemplo, estatalizar acerías, transporte, minas, electricidad u otros servicios públicos. De lo que se trata es de una intervención estatal “amiga de los mercados“. Lo que hoy se presenta como un giro a la izquierda es, de hecho, una reformulación de planteos que a fines de los sesenta aparecían como la avanzada del giro a la derecha. Mucho de lo que se plantea se puede encontrar, con las naturales variaciones, en lo que sostenía Milton Friedman en 1968 en su famosa alocución a la Asociación de Economistas Americanos, verdadero hito de la llamada contrarrevolución conservadora.



Pero en la actualidad la situación es bien distinta a la de la salida de la Segunda Guerra Mundial. Si en la década de 1950 el 60% de la producción industrial mundial se producía en EEUU, hoy no llega al 20%. Desde 1970, los EEUU consumen más de lo que producen, pues importan la mayoría de los productos que necesitan y le deben dinero a todo el mundo. En lo que toca al dólar, los EEUU decidieron romper la paridad con el oro hace más de 30 años, para poner en marcha inmoralmente ”la máquina de hacer dinero” cada vez que lo necesitaban, con lo que el dólar no es más que un papel impreso. Con estas premisas, los EEUU difirieron la recesión que asomaba con el cambio de milenio, consiguiendo un crecimiento económico no basado en la producción real y forzando un brutal endeudamiento interno y externo. En los últimos 30 años esa deuda se multiplicó 17 veces hasta llegar a los 14,1 billones de dólares actuales.

Tras la crisis de los años setenta viene, a nivel mundial, el ascenso del neoliberalismo. Si partiéramos de una hipótesis según la cual las recesiones de 1974, 1980 y 1982 básicamente marcaron la transición hacia la etapa neoliberal, habría que reconocer que esta última, si bien pobre en términos de crecimiento económico, en todo caso registró pocas recesiones (1990, 2001 y 2007). Es decir, ha sido un cuarto de siglo de crecimiento pobre pero estable. Sin embargo, la recesión actual en Estados Unidos es ya la segunda más larga desde la Segunda Guerra Mundial, tan solo superada por la de 1982. Pero seguramente la sobrepasará en extensión y profundidad. También se ha demostrado que durante este período se incrementó el endeudamiento hasta niveles sin precedentes. Ello estuvo directamente vinculado a la hipertrofia de los sistemas financieros, que se volvieron mucho más desregulados, creativos y opacos. Al mismo tiempo, se agudizaron y multiplicaron los episodios de crisis financiera, los cuales se dieron en países de la periferia del sistema, excepto el caso de Japón a inicios de los noventa, y dieron lugar a recesiones localizadas, a veces muy severas. Ahora, sin embargo, el problema ha explotado en el centro del sistema y la recesión es planetaria. Muchas familias se vieron incentivadas a solicitar créditos con bajos intereses, utilizando como garantía el alto valor de sus casas. Lo cual les permitió incurrir en un nivel de gastos, que en muchos casos, superaba sus ingresos y como consecuencia, se registró una expansión significativa del endeudamiento de las familias norteamericanas y del resto del mundo. Por lo que se estima que actualmente el 80% de la deuda de los consumidores norteamericanos, corresponde a créditos hipotecarios. Se trataba de un consumo y gastos basados en mecanismos de especulación, que sobrevaloraban el precio de las casas y por tanto, sujetos a cualquier corrección abrupta. Por tanto, era un consumo que se sostenía, en gran medida, en la posibilidad que tenían los hogares de gastar por encima de su ingreso disponible. Al mismo tiempo, las reglas de otorgamiento de créditos se relajaron, concediéndolo a muchas personas sin capacidad de pago. Estas deudas hipotecarias, convertidas en “paquetes de deuda” fueron compradas por muchos bancos. Los bancos, al subir las tasas de interés y caer el precio inflado de las casas, no podían cobrar las deudas. Por lo que se hizo evidente, que a menos que el gobierno pagase las deudas contraídas, los bancos quebrarían. De aquí que la crisis financiera actual haya comenzado precisamente por esta llamada “burbuja inmobiliaria“. Al mismo tiempo que se retroalimenta con la entrada de la economía real en una recesión.

En EEUU, desde el 2007, se ha intentado salvar a los especuladores que se han beneficiado con toda la desregulación, que comenzando en 1987, se reforzó en 1999. En 1987, en medio del colapso bursátil, Wall Street pidió al Departamento del Tesoro de Estados Unidos que no interfiriera en los mercados financieros. Y una vez liberadas del control gubernamental, se invitó a las bolsas de New York y Chicago a que establecieran sus propios procedimientos reglamentarios. Los EEUU habían basado su política económica de los últimos años en la burbuja inmobiliaria, los gastos militares, las reducciones fiscales y los bajos tipos de interés para favorecer el endeudamiento. Esta política económica es un verdadero keinesianismo militar, en que la inversión y el gasto público se traslada de la economía productiva y la protección social al gasto militar. Los tipos de interés pasaron del 6,25% al 1% de 2001 a 2003 y con esto se facilitó la creación de la burbuja inmobiliaria, aunque el problema ya venía desde 1995, puesto que de 1995 a 2006 los precios de las viviendas subieron más del 70%. Hasta entonces, el precio de la vivienda variaba al ritmo de la inflación. El 80% del incremento del empleo y el 75% del incremento del PIB se consiguieron como consecuencia de la burbuja inmobiliaria. Y en España tenemos también un caso similar.



Durante 2005 y 2006 las entidades de crédito concedieron 3 billones de dólares en hipotecas. De ellas un 20% a personas que difícilmente podrían devolverlo. Para poner las cifras en su real valor hay que recordar que el presupuesto anual de EEUU es de 2,4 billones de dólares. En el primer trimestre de 2007 los síntomas de las crisis en EEUU eran evidentes: cuando se esperaba un crecimiento del 1,3%, en realidad era del 0,6%. En septiembre de 2008, la producción industrial había caída un 2,8%, la mayor desde 1974. Finalmente, los intereses subieron hasta el 5,25% y la burbuja inmobiliaria estalló. A continuación, el gobierno norteamericano puso en marcha el Plan Rescate para evitar la quiebra total del sistema. Pero, ¿a quién se está ayudando con el dinero de todos? Este dinero de los contribuyentes está siendo manejado por el mismo grupo que ha metido a Estados Unidos en las guerras de Iraq y Afganistán. Resulta que las guerras son buenas para hacer negocio privado. Los mismos que se comieron el superávit presupuestario dejado por la administración Clinton ahora dejaban una astronómica deuda pública y un déficit presupuestario de más de 400.000 millones de dólares.

Son los mismos que auspiciaron los fraudes de miles de millones de dólares destinados a la reconstrucción de Iraq, que aun no se sabe donde están. Son los mismos que están especularon inflando los precios del petróleo. Son los mismos que se repartieron los contratos de la reconstrucción, antes de que las tropas norteamericanas entraran en Iraq. Son los mismos que han inducido a la realización de astronómicos gastos militares y son los mismos que especularon con las “hipotecas basuras” y ahora piden que los salven con el dinero de los contribuyentes. El hecho de que la crisis aparezca en el mismo corazón del imperio, en EEUU, es síntoma de la perdida de su hegemonía económica mundial. En los últimos años hemos asistido a las presiones sobre China para que devaluara su moneda, el Yúan, lo que hubiese supuesto una ayuda para el dólar y un mayor abaratamiento del coste de producción para las transnacionales a través del comercio internacional y del intercambio desigual, a lo que el Gobierno Chino se ha opuesto.



La devaluación progresiva del dólar, la emisión sin control, la progresiva traslación de las reservas monetarias mundiales hacia el euro y la utilización de este como moneda de intercambio internacional en sustitución del dólar, marcan el ocaso del sistema monetario basado en el dólar vigente desde 1971. En esta fase del capitalismo, la política china tiene dos vertientes: de un lado, un crecimiento acelerado que la va a colocar en unos años como primera potencial mundial y, de otro, la compra de dólares en grandes cantidades con lo que los EEUU dependen cada vez más del gigante asiático. Se puede estar más o menos de acuerdo, se puede opinar si la política china es más o menos revolucionaria, si el país está o no dejando de ser socialista, pero lo que nadie puede dudar es que esta política de una cada vez mayor presencia china en la esfera internacional representa una gran freno a las políticas expansionistas de los EEUU. Un funcionario de la época de Reagan dijo que China era “el banco de los EEUU” y que “ahora es más barato imprimir dinero que producir coches“.

China tiene unas reservas de 1,5 billones de dólares, tres veces más que los doce países más importantes de la zona euro. Si China pusiera a la venta estos dólares que tiene en bonos del Tesoro estadounidense, el dólar caería en picado, ya que no habría país ni Banco Central capaz de sostener a la moneda estadounidense. Además, los países asiáticos (Japón, China y otros) poseen el 67% de las reservas mundiales. Por si esto fuera poco, China dispone de 3 billones de dólares procedentes del ahorro interno. En los EEUU el nivel de endeudamiento de la gente es tal que prácticamente no hay ahorro interno. China utiliza los dólares para hacer las veces de FMI en África y en América Latina. En 2007, antes de la crisis, los países desarrollados crecieron muy poco, alrededor del 1,8% como promedio. Quienes crecían eran los países en desarrollo o emergentes, tales como Argentina 8,5%, China 11,4%, India 9,4% o Rusia 8,1%. Y ninguno de esos países se rige por las consignas del FMI, del Banco Mundial o por lo recomendado en Washington o Londres.



Pero también la crisis afecta al gran país asiático, pues sus exportaciones vienen fuertemente afectadas por la caída de la actividad económica general. Como ejemplo ilustrativo podemos referirnos a la suspensión, el 22 de enero de 2008, de la cotización de la acción del Bank of China, el segundo banco de China, en la bolsa de Shanghai, cuando este informó haber perdido unos 8.000 millones de dólares en sus títulos ligados a préstamos hipotecarios norteamericanos de riesgo (subprimes). Por otro lado, China está aprovechando la crisis para comprar empresas extranjeras. Un ejemplo de ello es la compra realizada porAluminium Corp. of China (Chinalco) de una participación en la empresa minera anglo-australiana Rio Tinto por una suma próxima a los 14 mil millones de dólares. Otro ejemplo es la reciente adquisición, por parte del grupo Longhai, de la ciudad de Quingdao, del viñedo francés deChateau Latour-Laguens. La empresa china aprovechó la marca francesa para rebautizar “Latour-Laguens International Wine Co” a su rama importadora de bebidas que vende, a los nuevos ricos de su mercado interno, vinos australianos, italianos y sudafricanos.

El 15 de junio, 2009, se reunió la Organización de Shanghai para la Cooperación, en Yekaterimburgo. Lo integran Rusia, China y cuatro vecinos de Asia Central: Kazakhstan, Kyrgyztan, Tajikistan y Uzbekistán. Como observadores participan Irán, Bielorrusia y Sri Lanka. China ofreció 10 miles de millones de dólares a cada uno para que amortigüen la crisis. También invertirá el equivalente a 550 miles de millones de dólares en obras internas de infraestructura, para compensar la merma de sus exportaciones y movilizar los recursos de la región. El aporte de China al Producto Mundial Bruto (PMB) subió del 3,5% en 1999 al 8,8% en 2009. La dependencia mundial de los Estados Unidos como comprador está cambiando y es lo más trascendente que sucede en las relaciones económicas internacionales. China reemplazó este año a Estados Unidos como el principal mercado de países importantes, como Brasil. En otros, como Rusia, el euro, el oro y el yuan van reemplazando al dólar en sus reservas. Ahora se culpa a China por el déficit comercial norteamericano y sus consecuencias, pero no es cierto. Es verdad que la participación china en las importaciones estadounidenses crece, pero no es que desplace a una producción norteamericana; lo que ahora Estados Unidos importa de China, lo importaba antes de otros países. Es un déficit comercial estructural que viene desde el siglo XIX y no disminuirá con la crisis.

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